lunes, 7 de marzo de 2011

Pronóstico del tiempo: nos llueve sobre mojado

Abra su paraguas, que por acá está lloviendo desde hace varios días, meses, años, yo que sé. El caso es que nos llueve sobre mojado. Alguna vez vi una película en la que la lluvia no paraba por meses. Después de algún tiempo los encharcamientos dejaron de ser triviales y los estragos se convirtieron en catástrofes que no había como parar. Cabe aclarar que esto no era para nada el tema central de la película, solo parte de la trama en la que aparecía una monja que todos los días ayunaba para que Dios parara las lluvias.

De no ser porque entra en razón, a la pobre monja la hubiera consumido la inanición. Ni sus ruegos, ni sus plegarias, ni su ayuno pudieron parar la lluvia. No recuerdo muy bien en qué acaba la historia o si dejó de llover, pero tampoco es importante, la monja, la lluvia y sus ayunos solo pasaron por mi cabeza al ver que a mi alrededor no para de llover.

En pocos meses las malas noticias han llegado una tras otra, no solo para la que con su impermeable les platica, sino también en la vida de gente que quiero y que es muy importante para mi. Me chocan los dichos y las frases hechas, ahora les explico por qué con un sencillo ejemplo: ‘Después de la tempestad viene la calma’, ¿De veras?, ¿y eso a mi, qué chingados?, ¿de qué me sirve la promesa de mares en calma, si por el momento no tengo ni puta idea de cuánto vaya a durar la tempestad  o si cuando pase vaya a quedar algo de mi para disfrutar la calma comiendome una paleta de limón?

La lluvia a mi alrededor me enfurece y me quita el sueño, todas las noches llego a mi cama y en cuanto cierro los ojos se aparecen millones de signos de interrogación: ¿por qué?, ¿por qué a mi o a (inserte el nombre del ser querido, generalente muy buena persona)?, ¿qué cosa tan terrible nos trajo este karma?, ¿y si no hubiera ido?, ¿y si hubiera llamado más temprano?, en fin sobra aclarar que ninguna de estas interrogantes viene acompañada de su respectiva respuesta y tampoco veo en donde encontrarlas. Entonces me acuerdo de la película y la monja muerta de hambre y la lluvia que no cesaba.

Lo que la monja nunca entendió, es que las lluvias iban a parar en el momento que tuvieran que parar, y que el poder de su fe era independiente a las circunstancias, que además estaban completamente fuera de su control. Estos días me he sorprendido varias veces siendo la monja; tropezándome con jicaritas que les pongo a las goteras, exprimiendo jergas, secando pisos, improvisando techos, con la soberbia de quien cree que lo tiene todo bajo control, con la impotencia de estar consciente de un campo de acción limitado y con la frustración de no poder echar culpas, porque hay situaciones que simplemente no son culpa de nadie.

El jueves pasé por un momento horrible, me lo guardé en secreto y preferí no decir nada, ignorar la lluvia y seguir caminando. Entonces llegó alguien –que no considero ni remotamente cercano- y me dio un abrazo, fuerte. No arregló nada, no hizo el momento menos jodido, no dejó de llover, la situación era la misma, yo estaba parada en el mismo lugar  pero por alguna razón yo ya estaba en otro lado, hasta sonreí. Y entonces encontré una (no)respuesta a mis preguntas. Como buena (no)respuesta, no resuelve nada pero tampoco se me ocurre nada más. No se cuando pare de llover, ni tampoco si va o no a llegar la muy ansiada calma; lo que sí sé es que no nos queda mas que disponer nuestros brazos como refugio seguro.

Esta no era para nada la segunda entrada que tenía pensada para este espacio, ya había un par de cuartillas a medio terminar en mi escritorio que nada tenían que ver con sentimentalismos en la raya de lo empalagoso, sin embargo encuentro urgente hacer una parada de emergencia para hacer proselitismo a favor del amor como paliativo a las lluvias, a las inundaciones y a las presas desbordadas.

Cantares 8:7 (cortesía de mi subconsciente y mi educación cristiana), dice que las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos. Yo no sé, considero que tengo fe, pero los ayunos prolongados son muy poco recomendables para los niveles de azúcar en la sangre, así que mientras la lluvia pasa, aquí mismo hay mucho amor para quien sé que necesita un abrazo/flotador, eso y una canción de Travis.


3 comentarios:

  1. Mi estimada, muy cristiano de su parte venir a hablarnos de monjas, referencias a sabina y de pasajes bíblicos. Como buen agnóstico, considero todas las anteriores basura (si, también a sabina), principalmente porque en su esencia se resume el cruzarse de brazos, cerrar los ojos y llorarle a fantasmas (eso si, onion free!).

    Sin embargo comprendo bien que al igual que la lluvia, problemas y malas noticias escapan de nuestro control (yo en lo personal se lo platico desde la barranca del fracaso profesional). Ahora bien, si usted quiere comerse su paleta de limón tranquila, va a tener que dejar de dar abrazos y empezar a repartir madrazos, dejar de ponerle cubetitas a las goteras y comenzar a construir hidroeléctricas, o simplemente salirse de ese jodido clima que la tiene a usted poniéndole paréntesis a todo. Hasta a la vida, oiga.

    No se preocupe usted, después de todo si se fija, la calma SI llega después de la tormenta, aunque claro no espere usted comerse su paleta tranquila porque va a estar hecho una mierda el lugar con tanto lodo y peces muertos flotando por ahí.

    Supongo entonces, y a mi me gusta suponer, lo único que quiero decir (perdón, se que acá no se dice nada) es que si bien usted se, 'interesa', en que esta inundación se acabe, yo le digo, "Learn to swim".

    Ánimo, besos, y (no) felicitaciones por su nuevo blog.

    ResponderEliminar
  2. Eso que escribe Peña es muy cierto: "...tener que dejar de dar abrazos y empezar a repartir madrazos...", el problema radica en que a los católicos jamás nos enseñaron a dar los trancazos porque nos dijeron y repitieron hasta el cansancio que hay que poner la otra mejilla; y por eso, cuando necesitamos dar el golpe no sabemos cómo hacerlo... Pero, el asunto está en aprender a ser la buena católica que sabe portarse como una jija cuando es necesario...

    Usted tiene razón en esto: "...¿por qué a mi o a (inserte el nombre del ser querido, generalente muy buena persona)?..." Yo no sé la respuesta pero también "supongo" que se debe al sistema en el que nos desenvolvemos, éste no funciona bien y por ende nosotros no existimos bien en él, pero es cuestión de adaptación y de aprender a desarrollarnos ahí...

    Y, tocayita, personalmente le escribo que a mí también me disgustan las frases hechas, especialmente esa que dice que "por algo pasan las cosas"... Y pues no, la calma no viene cuando pase la tormenta, usted tiene que tener la calma durante su tormenta para tener la claridad precisa para saber cómo actuar durante la (no) crisis...

    ResponderEliminar
  3. Querida tocayita.
    Siempre un gusto saber que me lee. Nomás como precisión técnica, las monjas y las referencias bíblicas son producto de la casualidad. Ni siquirea soy católica, pa acabar pronto.

    Esta cosa va más a mis queridos, que están cerca y a quienes yo no puedo ofrecerles mas que la certeza de que ahí estoy pa cuando ellos me necesiten.

    Con lo de la calma, no podría estar más de acuerdo, no perder el centro es no perder la dimensión.

    Un beso, gracias por leer.

    ResponderEliminar