Jubilé a las botitas, le anuncié con tristeza a mi amigo Juan José, que me saludaba después de acordarse de mí y del juego más imbécil
que existe en el planeta que para referenciar llamaremos, Caballero.
Caballero consiste en sentar a varios borrachos alrededor de una mesa en el
momento en el cuál su agilidad mental sea cuestionable, pero que aún permita
que funcionen al mismo tiempo capacidad lingüística y coordinación motriz.
La explicación
escrita resulta absolutamente confusa, pero se trata de enredar entre
movimientos y palabras al compañero de junto para que entre cada error sea
apodado con un nombre ridículo que conforme avanza el juego se vuelve más
largo, impronunciable y por demás faltoso. El juego, como ya dije es bastante estúpido, sin embargo la maravilla consiste en que la diversión a costa de la
dignidad del prójimo es inolvidable y los participantes comparten
en sus corazones tiernos motes como Puerca Snake, Papaya Jugosa Suculenta, Mampo
Querendón, entre otros que prefiero no mencionar por respeto a los aludidos.
Botitas Atascadas es todo lo que
recuerdo de un apodo gigantesco con el que fui bautizada en Tiburón, un
aguardiente tradicional de San Cristóbal de las Casas que se puede conseguir
por unos modestos 30 pesos el litro en cualquier tienda de abarrotes del pueblo.
Con el paso de los años, Botitas sigue siendo sobrenombre con el que aún mis
queridos amigos los biólogos me llaman cariñosamente.
El par de botas que me
valieron el apodo, son uno de los pares de zapatos más entrañables que han acompañado
mis pasos. De niña siempre me gustó echar a perder calzado fino brincando en
charcos. Esas botas de lluvia fueron el regalo tardío de mi infancia que me
llegó como premio de consolación cuando por ahí del 2009 mi entonces novio me dijo
regresando de un viaje que se iba a vivir a otro país pero que me compró
unas botas de hule. Después de todo, ¿quién necesita un novio, cuando tiene unas
botas de colores sumergibles en todo tipo de pozas urbanas?
Mis botas, en incontables
ocasiones estuvieron y me mantuvieron a salvo, aguantaron
fríos polares, cruzaron el río Lacantún un par de veces, me acompañaron en
varios deberes a cubetazo limpio, caminaron conmigo éste y otros continentes,
aguantaron lodazales inimaginables de conciertos con tormenta, hasta que un día
hace poco murieron de manera muy poco elegante en una lluvia mediocre de la colonia
Roma Norte.
Era un domingo en la tarde, y como
toda tarde de domingo que se respete no tenía absolutamente nada que hacer , la
lluvia constante desde horas antes me había frustrado el plan de ir a caminar y
por un café. La culpa de la muerte de mis botas fue en parte de mi refrigerador de soltera generalmente
vacío y en parte de la tarde lluviosa que dictaba
películas con su respectiva dotación de chatarra. Para mi mala suerte la lluvia
mediocre se había juntado con la mediocre labor de desazolve de coladeras de la
delegación Cuauhtémoc. Las banquetas eran pequeños estanques que para mis botas
no representaban un reto, pero no conté con la nula visibilidad del agua
mezclada con el lodo de las jardineras y cualquier tipo de mugre en la que
prefiero no pensar.
La impermeabilidad de mis botas
sólo llega hasta la altura de las botas que en esta ocasión, no era la altura de
las circunstancias, así que tuve que hacer algunas maniobras complicadas para
brincar hacia los lados más bajos de los charcos.
Logré impecable el camino de ida
hacia la tienda de abarrotes, compré mis palomitas y refresco gigantes y me
dispuse a caminar la misma ruta antes descrita de regreso. La falta de visibilidad
hizo que mi pie cayera en un hoyo de profundidad insólita y quedara atorado,
muy atorado. Después de un forcejeo brusco sentí como la temperatura de mi
cuerpo cambiaba al mismo tiempo que mi pie izquierdo flotaba dentro de mi bota,
herida de muerte a una cuadra de mi edificio.
Cuando le dije a JuanJo que había
jubilado LAS botitas respondió: ‘que tengan un ocaso de su vida digno’, creo que tiene
razón y dadas las condiciones en las que tuve que sacarlas de circulación les
escribo estas líneas con agradecimiento y nostalgia por los pasos que ya no
daremos juntas.