Había una vez en una ciudad caótica
una mujer histérica que tenía prisa todo el tiempo. Una tarde salió corriendo a
una junta, iba tarde, como siempre. -Periférico... lateral o carriles
centrales?. Lateral, avanza en chinga, todo bien. Cruzó Pedregal, San Jerónimo,
Altavista... ¡mierda!, los coches se detuvieron por completo, no avanzaba. Le
tomó más de 20 minutos llegar hasta Las Flores y no había manera de moverse
hacia ningún lado con mejores resultados. Golpeó el volante con fuerza, se pegó
a la bocina, le gritó a la señora de junto que intentaba cambiarse de carril en
una camioneta dos veces más grande que su coche bloqueando el paso por
completo.
El
calor era insoportable y los diez minutos que había adelantado su reloj
intencionalmente la presionaban aún más. 5:48(5:38), ¡Chingada, tenía
que estar ahí hace 8 minutos y no voy a lograrlo antes de las 6:00! Su celular
comenzó a sonar con insistencia y la ansiedad era insoportable. Cada vez más la
inundaba el sentimiento de impotencia que sólo producen las ganas de moverse
sin éxito y con presión, como cuando se te sube el muerto, como dicen. Pasaron
otros 18 minutos y el semáforo de Barranca del Muerto, donde tenía que dar
vuelta se veía a unos metros, vio como la luz del semáforo cambiaba de verde a
amarilla y de amarilla a roja unas cuatro veces hasta que por fin estaba cerca
de la esquina. -Dos coches, sí paso, sólo dos coches.
La luz del semáforo cambió a
rojo de nuevo y los autos que estaban delante de ella lograron pasar, en ese
momento, un limpiaparabrisas se paró abruptamente en medio de la calle justo
frente a ella, haciendo imposible que avanzara ignorando la señalización.
-!Putamadre! El limpiaparabrisas se recargó sobre el cofre de su coche, y
estuvo a punto de mojar el cristal con el agua que contenía la botella que
traía en las manos. Ella, furiosa, lo miró directo a los ojos como quien quiere
golpear con rabia a la persona que está enfrente. ¡NO!, no traigo, gritó
tajante. El muchacho ignoró su gesto y con fuerza comenzó a verter el agua en
el cristal en forma de un corazón gigante, se acercó a la ventana. -Señorita,
con una sonrisa basta. La luz cambió de nuevo a verde.
Fin.